Las cartas de Matisse. La fascinación por la Alhambra



IRENE VAQUERIZO. Informe Semanal de Televisión Española. 14.01.2011

Para un investigador, encontrar un hallazgo que permita descifrar una página de la Historia es casi como tocar el cielo. Algo así debió ocurrirle a María del Mar Villafranca, actual directora del patronato de la Alhambra, cuando en 1991, mientras preparaba su tesis doctoral, se topó por casualidad con los libros de visitas de la Alhambra. En la entrevista que le hicimos nos contó que tiene la mala costumbre, como tantos otros, de empezar a leer los libros por detrás. Así empezó a leer uno de esos grandes tomos encuadernados en piel. Fue pasando sus páginas despacio, fijándose en las firmas, en los nombres, en las fechas, en las dedicatorias... Y de repente, hacia la mitad de la sexta página que consultaba, fijó su mirada en una firma muy especial: Henri Matisse, 11 de diciembre de 1910 París. Aquello fue una feliz revelación; una huella que constataba el paso del artista del color por la Alhambra.

A partir de ese momento comenzó una tarea de investigación que fue gestándose poco a poco y que culmina en el siglo XXI con esta exposición en la que participa la SECC y la fundación La Caixa.

Las cartas de Matisse

Al no existir fotografías de Matisse en España, las evidencias de ese viaje han tenido que buscarse en la correspondencia del artista y en los archivos de la familia. María del Mar Villafranca ha contado con la colaboración del profesor Francisco Jarauta, catedrático de Estética de la Universidad de Murcia, para revelar los propósitos de ese viaje y las consecuencias para su trabajo posterior. Consultaron los archivos del de Matisse en Issi les Molineux, el archivo Pushkin de Moscú y la sección de raros de la biblioteca Beineche de la Universidad de Yale, donde se conserva la mayor parte de la correspondencia que mantuvo Matisse con su familia y amigos durante ese viaje.

Por esas cartas sabemos que el viaje arrancó en París en noviembre de 1910. Llegó a Madrid en tren, visitó El Prado y, desde allí, viajó hasta Sevilla, donde se encontró con su amigo el pintor Iturrino y el francés Auguste Breal. En Granada tan solo estuvo tres días. Llegó el 10 de diciembre y desde el primer momento quedó fascinado por todo lo que veía. “ (…) La Alhambra es una maravilla. Allí he sentido una gran emoción …() “

La fascinación por la Alhambra

A Matisse La Alhambra le produce un hechizo inmediato. Le fascinan las formas decorativas y la luz filtrada a través de las celosías de los salones palatinos. En el monumento encuentra lo que anda buscando, la correlación entre arte y decoración.

El viaje a España fue el comienzo de un nuevo ciclo pictórico en la vida del artista. Aquí verifica las ideas que adquiere cuando visita la gran exposición de arte musulmán de Múnich; una de las aportaciones de la exposición "Matisse y la Alhambra" que se inauguró en Granada el 15 de octubre y finaliza el 28 de febrero.

La muestra está compuesta por casi un centenar de obras que incluyen fotografías, óleos, litografías, cerámicas y esculturas. Entre ellas puede verse por primera vez los tres cuadros que pintó en nuestro país, concretamente en Sevilla, junto a su amigo Francisco Iturrino en un estudio que ambos compartieron en la ciudad de la Giralda.

Un viaje de investigación

Matisse fue uno de los primeros turistas que visitó La Alhambra, recién inaugurada como monumento turístico. Sabemos que pagó entre una y diez pesetas por la entrada y que hacía muy mal tiempo. Por las cartas conocemos también que se instaló en la pensión Carmona, en la Calle Real de la Alhambra, que desde su ventana podía ver la nieve de Sierra nevada y que en las tiendas de anticuarios del recinto compró azulejos, tinteros y botes de vidrio que envió a portes debidos a su mujer. También que en Madrid adquirió un mantón de Manila y una alfombra de Las Alpujarras, que utilizaría constantemente en los cuadros que pintó a partir de aquel viaje; un viaje completamente fértil que marcó el comienzo de una etapa enormemente creativa con piezas magistrales como el Atelier Rouge.

Más tarde, de vuelta a su taller en Niza, arrancó otra fase más evocativa, más de salón, que en esta exposición denominan Paisaje Interior. Un paisaje que el puebla de odaliscas como si fuera un harem en un ambiente intimista que pudo evocar en la Alhambra o en Marruecos. Pero lo cierto es que hay unas correspondencias muy claras entre los aspectos formales de la sala de los baños de La Alhambra y esas otras salas en las que ubica a sus odaliscas.


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