Discapacidad, globalidad y educación.
Hacia una nueva política del Cuerpo.
Es un dato estadísticamente irrefutable que las personas con discapacidad acceden en un porcentaje significativamente menor a los recursos educativos que las personas sin discapacidad. Y también es posible considerar el significado, alcance y consecuencias que puede tener, para las personas con discapacidad, el hecho diferencial de su incorporación a las instituciones educativas.
Se considera que la escolarización es uno de los principales recursos para una plena integración social. Dicha integración pasa, según los dictámenes ortodoxos, por la incorporación al mercado laboral de forma activa y productiva. las personas con discapacidad no sólo no tienen acceso, en su gran mayoría, a los cauces de las instituciones educativas, sino que no tienen acceso a prácticamente ninguno de los cauces en los que se expresa la convivencia colectiva. Por eso, la condición inferior en cuestiones educativas de las personas con discapacidad no es una cuestión central: se trata de un aspecto periférico de una situación que, globalmente, abarca cualquier esfera de la existencia y experiencia personal en la que están implicadas.
La exclusión de las personas con discapacidad del ámbito educativo es parte de una exclusión más general que opera sobre unos cuerpos que no se ajustan a las normas médicas de salud ni a las normas económicas de eficiencia; unos cuerpos que se desvían de los cánones estéticos que se asocian al éxito social; unos cuerpos que experimentan la opresión social en forma de reclusión, disciplina rehabilitatoria, imposición de prótesis, rectificación de conductas, con todas las definiciones asociadas a esas prácticas que moldean performativamente la discapacidad como deficiencia fisiológica, enfermedad y merma objetiva de la condición humana de sus poseedores.
Asumir una política del cuerpo implica cobrar conciencia de esa “encarnación” concreta, específica, cotidiana, subjetiva, emocional de las disciplinas político-económicas, reguladas por las normas culturales asociadas al imperialismo médico en torno a la salud. Cobrar conciencia, por ejemplo, de la hipocresía de un primer mundo que desencadena riesgos objetivos para la salud de las poblaciones mediante el desenfreno económico (contaminación, biotecnología, fármacos, productos químicos, etc.), sin pudor moral alguno, y sin embargo criminaliza prácticas, como el fumar, inculcando en las conciencias que se trata de una conducta a-moral por afectar a la salud de los demás y desarrollando legislaciones represivas.
Una política del cuerpo supone reivindicar la reapropiación de los espacios de experiencia cotidianos y el derecho a experimentar el dolor, el sufrimiento, la vergüenza, o bien la alegría y el orgullo, en la misma plenitud de condiciones que cualquiera. Esa política del cuerpo habrá de asumir sus particulares directrices en cada contexto concreto en el que se promueva como medio para el acceso a la plena participación social. Esa política del cuerpo ha de asumir, lamentablemente, que las personas con discapacidad del tercer mundo no tienen futuro mientras el tercer mundo siga existiendo tal cual existe a fecha actual. El mero hecho de reconocerlo es un enorme paso adelante.
La discapacidad en abstracto y en términos universalistas no existe, es la experiencia concreta de personas que viven en contextos políticos, económicos y culturales determinados que condicionan las posibilidades efectivas a su alcance.
En un mundo en el que el problema del hambre es subsanable mediante medidas redistributivas (por supuesto, anti-economicistas) de los recursos, pero no se subsana (porque lo global es primariamente económico), las personas con discapacidad del tercer mundo están condenadas a ser “las más desposeídas de las desposeídas”.
Una vez cobrada conciencia de ello podemos considerar específicamente el papel de la educación en esa reapropiación corporal de la experiencia que, lejos de implicar una reivindicación circunscrita al ámbito específico de la discapacidad, implica una puesta en cuestión de las lógicas estructurales de los sistemas socio-económicos y político-culturales actuales, por parte de las personas con discapacidad. La política del cuerpo indica la necesidad de una nueva educación, tanto en cuanto a su formalidad como en cuanto a sus contenidos.
La educación, desde luego, no es el ámbito prioritario de actuación. Ese ámbito es más amplio, más difuso y más problemático. La primera tarea educativa sería crear programas docentes en los que la discapacidad sea un tema de atención específica, lo cual no es, propiamente hablando, una cuestión educativa, pues implica una reconfiguración de las normas sociales, prácticas y representacionales, que definen la experiencia de las personas con discapacidad. Esa transformación requiere la extensión de una voz hasta la fecha acallada: la de las propias personas con discapacidad. Esa reivindicación es exactamente la misma que se requiere para una reforma educativa plenamente integradora, inclusiva.
Así que, los contenidos educativos formales deberían incluir una perspectiva que pusiera en cuestión la experiencia corporal a la que se ven sometidas las personas con discapacidad. Esto es, hace falta incorporar la política del cuerpo como temática educativa. Además, será necesario que en caca ámbito específico, esa temática cobre conciencia de la situación efectiva en la que se encuentran las personas con discapaidad. no cabe plantear la inclusión escolar de las personas con discapacidad sin plantear una crítica, práctica a la propia institución escolar. Y esa crítica implica incorporar, como herramienta teórica e ideológica, una política del cuerpo que permita a las personas con discapacidad reapropiarse de su propia experiencia y vivencia concretas.
Según el profesor Miguel A. V. Ferreira (U. Complutense de Madrid) resulta pues necesario implementar una política del cuerpo que permita a las personas con discapacidad reapropiarse de su propia experiencia y vivencia concretas. Es una necesidad inobviable si queremos que la reclamación del derecho de las personas con discapacidad a recibir una educación sea algo más que un pronunciamiento destinado a diluirse en las neblinosas profundidades de los sistemas culturales que amparan y fortifican a la economía global.
Promover esa necesidad es una obligación de aquellas personas con discapacidad que, desmintiendo el “destino social” que su condición de tales les prometía, han tenido acceso al sistema educativo en sus niveles más altos y, con ello, han podido apropiarse de las herramientas teóricas y conceptuales necesarias para poder llevar a cabo, de hecho y de manera particular, esa reapropiación de su experiencia corporal. Quizá sea, por tanto, necesario reeducar a los ya educados, proveerles de esa política del cuerpo, para que a partir de su propia práctica sea ulteriormente posible incorporar a quienes todavía no han tenido acceso a la educación.
"Discapacidad, globalización y educación: ¿una nueva "política del cuerpo"?" Miguel A. V. Ferreira (2009) Voces de la Alteridad, UNAM, México.
"Discapacidad, política y pobreza en el contexto del Mundo Mayoritario" Colin Barnes [traducción: Miguel A. V. Ferreira] (2010) Por una sociología de la discapacidad (monográfico de la revista Política y Sociedad, vol. 47 núm. 1).
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