ONU PIDE RESPETO A DERECHOS DE LAS PERSONAS CON DIVERSIDAD FUNCIONAL (Discapacidad)





La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, dentro del marco de la celebración del día internacional de las personas con discapacidad, urgió a todos los países a ratificar la Convención sobre las garantías para las personas con discapacidades (Diversidad Funcional).

En un comunicado, Pillay afirmó que los discapacitados aún afrontan obstáculos colosales en sus esfuerzos por llevar una vida con sentido y beneficiarse de los derechos disponibles para otros miembros de la sociedad.

Por su parte, Mohammed Al-Tarawneh, presidente del Comité de la ONU sobre los derechos de los discapacitados, habló en Ginebra sobre algunas de las violaciones que sufren con más frecuencia.

“En lo concerniente al sistema legal y los tribunales, a menudo el discapacitado ve arrebatada su habilidad de tomar decisiones por la persona designada para actuar en su nombre”, explicó.

Agregó que otra situación de violación de sus garantías se produce cuando son los discapacitados son recluidos involuntariamente y sometidos a experiencias dolorosas y traumatizantes.

La ONU celebró el pasado 3 de diciembre el Día Internacional de las Personas con Discapacidades. Se estima que en todo el mundo entre 670 y 800 millones de personas sufren de algún tipo de discapacidad o tienen a algún familiar cercano en esa situación.

La lucha contra la discriminación.
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Con ocasión del Día Internacional de los Derechos Humanos 10 de diciembre de 2009.

Con ocasión del Día Internacional de los Derechos Humanos, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, expuso que antiguas y nuevas formas de discriminación e intolerancia continúan dividiendo comunidades alrededor del mundo. Los sentimientos de xenofobia van en aumento. A menudo son manipulados con propósitos demagógicos o incluso por agendas políticas siniestras. Día con día, sus corrosivos efectos socavan los derechos de innumerables víctimas. Es por eso que hoy, Día de los Derechos Humanos, las Naciones Unidas instan a todas las personas, en todas partes del mundo, a vivir la diversidad y terminar la discriminación.

La discriminación puede tomar muchas formas, encubiertas o manifiestas, públicas o privadas. Puede aparecer como racismo institucionalizado, como conflicto étnico, o manifestarse en episodios de intolerancia y rechazo que escapan del escrutinio. Sus víctimas son los individuos o grupos más vulnerables a los ataques – todos aquellos que, debido a su raza, color, género, idioma, religión, opinión política o de otra índole, nacionalidad u origen social, propiedad, ascendencia, estatus, discapacidades y orientación sexual, son percibidos como diferentes.

La discriminación a menudo tiene múltiples dimensiones. Los grupos marginados por su origen o situación, encuentran más exclusión y una restricción a sus derechos cuando intentan tener el acceso que el derecho internacional les otorga a vivienda, alimentación, salud y educación.
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Las personas con discapacidad conforman la minoría más grande y más desfavorecida del mundo. Por ejemplo, 98% de las niñas y los niños con discapacidad en países en desarrollo no asiste a la escuela. Los pueblos indígenas son 5% de la población mundial, pero 15% de sus habitantes más pobres. Las mujeres aportan dos terceras partes de las horas de trabajo en el mundo y producen la mitad de los alimentos, pero debido a la discriminación y estereotipos de género, sólo ganan 10% del ingreso mundial y poseen menos de 1% de las propiedades en el mundo.

La historia ha demostrado una y otra vez que cuando se les permite arraigarse, la discriminación, la desigualdad y la intolerancia pueden quebrantar las bases mismas de las sociedades y dañarlas por generaciones. Sin control, puede desbordarse a través de las fronteras y envenenar las relaciones entre naciones. La historia también ha probado que estas aborrecibles prácticas no tienen aspectos beneficiosos. La discriminación socava la cohesión social y económica de las sociedades. Mina sus recursos. Desaprovecha sus talentos. Margina a individuos y grupos productivos, y desalienta su creatividad e iniciativa.

Debemos luchar contra la intolerancia y los intereses que engendran discriminación, y así lo hemos hecho. La visión de quienes promueven y defienden los derechos humanos, su clara determinación y energía, han dado frutos al elevar la conciencia del público y al producir diversos tratados de derechos humanos que dan lugar a disposiciones sobre igualdad y contra la discriminación. Estos tratados crean una red protectora de obligaciones que los Estados deben cumplir. Restauran la dignidad previamente negada a millones de mujeres, hombres, niñas y niños.
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Para ampliar este cuerpo normativo, en 2001 la Conferencia Mundial contra el Racismo, Discriminación Racial, Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, en Durban, y su Conferencia de Examen en Ginebra, el pasado abril, fueron convocadas para abordar algunos de los aspectos más amenazantes de la discriminación. La Conferencia de Examen de Durban concluyó con un amplio acuerdo en que 182 Estados se comprometieron a prevenir, prohibir y atacar todas las manifestaciones de racismo e intolerancia. El acuerdo revigorizó la determinación y el propósito expresados en Durban para borrar la enraizada vergüenza del racismo y brindó una plataforma para un nuevo comienzo en el combate a la discriminación a gran escala.

El progreso ha sido notable, pero no debemos detenernos. La discriminación no desaparece por sí sola. Debe ser desafiada a cada instante. Debemos avanzar y movernos rápidamente.

No debemos perder de vista que el disfrute de los derechos humanos nos enriquece a todos. Por el contrario, cuando se coarta o se niega la dignidad humana por violaciones a los derechos humanos, tales abusos nos afectan a todos. Esto es particularmente cierto en nuestras sociedades, cada vez más multiétnicas y multiculturales. Es especialmente urgente combatir la discriminación en tiempos de crisis, como la actual económica que ha impactado desproporcionadamente en los medios de vida de los más vulnerables y ya marginados, dado que la competencia por los recursos cada vez más escasos expone a las minorías a la desconfianza y los ataques.

En este mismo día, en 1948, la Declaración Universal de los Derechos Humanos estableció inequívocamente que todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos. Más de 60 años después, estas palabras resuenan con inalterable intensidad. Hagamos de los principios de igualdad, libertad y dignidad plasmados en la Declaración una realidad en todas partes. La tolerancia universal y el respeto por la diversidad son nuestra meta.

Navi Pillay. Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

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