JUAN PABLO II Y LOS DERECHOS HUMANOS












JUAN PABLO II Y LOS DERECHOS HUMANOS








Ricardo Arrieta C.

Abril 15 de 2009.



El secreto de la paz está en el respeto de los derechos humanos. Juan Pablo II.

Cada Papa tiene personalidad y carácter propios que ponen un sello identificatorio a sus respectivos pontificados. Juan Pablo II tiene su propia e imborrable impronta; y es también un Campeón de los Derechos Humanos.

El connotado constitucionalista de la Universidad de Pittsburg, el Dr. Deacon Keith Fournier, publicó The Lion and the Lamb: A tribute to Pope John Paul II. El Dr. Fournier describe con precisión el contexto en que Juan Pablo II en 25 años de pontificado realizó una obra y proclamado un mensaje que trascenderá el curso de los siglos y las generaciones porque habrá de seguir orientando a la modelación del mundo y la sociedad a partir del s. XXI; y que han contribuido a que, desde ahora se le llame Juan Pablo II El Magno.

También se le reconoce como uno de los maestros de obra del Concilio Vaticano II. Este fuerte, vital, apasionado y carismático Pastor asumió el pontificado el 16 de octubre de 1978 en uno de los momentos más críticos de la historia del mundo. Este Papa, que era montañista, está lleno de un contagiante amor a Dios. Fue también un talentoso hombre de letras, dramaturgo, filósofo, poeta y gigante intelectual y, sobre todo, un genuino ser humano.

Desde la silla de San Pedro, y con la consistencia de un león, viviò lo que con coraje ha proclamado siempre. Sin temor recorrió el globo, proclamando la libertad y la verdad a las víctimas de las falsas ideologías que han devastado a los pueblos del siglo XX, el más sangriento de la historia de la humanidad. No dejò de reiterar, apasionadamente, el incólume mensaje cristiano, con la urgencia profética, profunda claridad y relevancia que requiere el mundo globalizado y desorientado de hoy.

Juan Pablo ha sido un extraordinario don de la Providencia. Guía de la nueva gran era misionera y de renovación de la cristiandad. Sus reflexiones son la clave de la nueva primavera de la que él fue heraldo. Pero su mensaje debe ser más difundido para que sea mejor asumido y para que informe la cultura humana; para que sea el material con el que se construya el diferente futuro que anhelan todas las naciones.

Este Papa --una vez vibrante y fuerte-- se volvió frágil, enfermo y físicamente débil. El que escalaba montañas, luego carga la cruz del sufrimiento humano. ¡Cuán apropiado y emocionante que el que es apóstol de los débiles del mundo --de los discapacitados, de los ancianos, de los que no tienen voz-- debió más tarde unirse físicamente a ellos para demostrar al mundo la verdad de la belleza y la dignidad de cada vida humana!

El león se convirtió en símbolo y signo de los mensajes más cristianos. No sólo se opuso a la “cultura de la muerte” sino que propuso reemplazarla por la “cultura de la vida” y la “civilización del amor”. Ahora, este mensaje –el del amor, de la inviolable dignidad y la irrepetible belleza de cada persona, en cada edad y situación— es simbólicamente encarnado en este león que se volvió un cordero, el Vicario del Cordero de Dios. El cordero que profetiza acerca de la belleza de un sufrimiento físico asumido con amor y ofrecido por sus hermanos.


La defensa de los derechos humanos:


La defensa de los Derechos Humanos, la batalla por la paz y la lucha contra la miseria y el racismo, fueron los valores a que el Papa Juan Pablo II instó a toda la humanidad.[i]

Los derechos humanos son universales e indivisibles, subrayó Juan Pablo II. Para Juan Pablo II el respeto y la promoción de los derechos humanos se refiere a todas las personas en todas las fases de la vida. Y añade que "cuando se acepta sin reaccionar la violación de uno cualquiera de los derechos humanos fundamentales, todos los demás están en peligro".

«Ese mismo código moral que proviene de Dios, sancionado en la Antigua y en la Nueva Alianza, es también fundamento inamovible de toda legislación humana, en cualquier sistema y, en particular, en el sistema democrático. La ley establecida por el hombre, por los parlamentos o por cualquier otra entidad legislativa, no puede contradecir la ley natural, es decir, en definitiva, la ley eterna de Dios. Santo Tomás formuló la conocida definición de ley: Lex est quaedam rationis ordinario ad bonum commune, ab eo qui curam communitatis habet promulgata, la ley es una ordenación de la razón al bien común, promulgada por quien tiene a su cargo la comunidad.

En cuanto al ‘ordenamiento de la razón’, la ley se funda en la verdad del ser: la verdad de Dios, la verdad del hombre, la verdad de la realidad creada en su conjunto. Dicha verdad es la base de la ley natural. El legislador le añade el acto de la promulgación. Es lo que sucedió en el Sinaí con la Ley de Dios, y lo que sucede en los parlamentos en sus actividades legislativas. Memoria e Identidad.

«El derecho a la vida es, para el hombre, el derecho fundamental. Y sin embargo, cierta cultura contemporánea ha querido negarlo, transformándolo en un derecho “incómodo” de defender. ¡No hay ningún otro derecho que afecte más de cerca la existencia misma de la persona! Derecho a la vida significa derecho a venir a la luz y, luego, a perseverar en la existencia hasta su natural extinción: ‘Mientras vivo tengo derecho a vivir’». Cruzando el umbral de la esperanza.

«Quisiera destacar que ningún derecho humano está seguro si no nos comprometemos a tutelarlos todos. Cuando se acepta sin reaccionar la violación de uno cualquiera de los derechos humanos fundamentales, todos los demás están en peligro. Es indispensable, por lo tanto, un planteamiento global del tema de los derechos humanos y un compromiso serio en su defensa. Solo cuando una cultura de los derechos humanos, respetuosa con las diversas tradiciones, se convierte en parte integrante del patrimonio moral de la humanidad, se puede mirar con serena confianza al futuro». Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz, 1999.

«Ante la creciente conciencia de los derechos humanos que iba aflorando a nivel nacional e internacional, Juan XXIII intuyó la fuerza interior de este fenómeno y su extraordinario poder de cambiar la historia. Lo que ocurrió pocos años después, sobre todo en Europa central y oriental, fue una excelente prueba de ello. El camino hacia la paz, enseñaba el Papa en su Encíclica, debía pasar por la defensa y promoción de los derechos humanos fundamentales. En efecto, cada persona humana goza de ellos, no como de un beneficio concedido por una cierta clase social o por el Estado, sino como de una prerrogativa propia por ser persona: “En toda convivencia humana bien ordenada y fecunda hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables, y no pueden renunciarse por ningún concepto”». Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 2003.

«Cuando la promoción de la dignidad de la persona es el principio conductor que nos inspira, cuando la búsqueda del bien común es el compromiso predominante, entonces es cuando se ponen fundamentos sólidos y duraderos a la edificación de la paz. Por el contrario, si se ignoran o desprecian los derechos humanos, o la búsqueda de intereses particulares prevalece injustamente sobre el bien común, se siembran inevitablemente los gérmenes de la inestabilidad la rebelión y la violencia». Mensaje para la Jornada mundial por la Paz, 1999.

«La religión expresa las aspiraciones más profundas de la persona humana, determina su visión del mundo y orienta su relación con los demás. En el fondo, ofrece la respuesta a la cuestión sobre el verdadero sentido de la existencia, tanto en el ámbito personal como en el social. La libertad religiosa, por tanto, ocupa el centro mismo de los derechos humanos. Es inviolable hasta el punto de exigir que se reconozca a la persona incluso la libertad de cambiar de religión, si así lo pide su conciencia». Mensaje para la Jornada mundial por la Paz, 1999.
[ii]

Todas estas fueron manifestaciones del Papa Juan Pablo II en relación con los derechos humanos.


La Vida y la Libertad Religiosa:


Recordemos que el entonces Papa Juan Pablo II con ocasión del 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos hizo un repaso de algunos de los derechos hoy más amenazados. Pero antes recordó que ese documento de la ONU "reconoce los derechos que proclama, no los otorga; en efecto, estos son inherentes a la persona humana y a su dignidad".

El Papa saludó como un signo positivo la creación de un Tribunal Penal Internacional, para juzgar a los responsables de crímenes contra la humanidad. "Esta nueva institución, si se construye sobre buenas bases jurídicas, podría contribuir a asegurar a escala mundial una tutela eficaz de los derechos humanos".

El primer derecho que consideró el mensaje del Papa es el derecho a la vida. Una cultura de la vida, dice, "garantiza el derecho a venir al mundo a quien aún no ha nacido, protege también a los recién nacidos, particularmente a las niñas, del crimen del infanticidio. Asegura igualmente a los minusválidos el desarrollo de sus posibilidades y la debida atención a los enfermos y ancianos". El Papa se refirió también al rechazo de la violencia, al hambre y a las inquietudes que suscitan los recientes descubrimientos en ingeniería genética. Sobre este último punto, dice que cada una de las fases de la investigación científica debe estar acompañada por una reflexión ética que "inspire adecuadas normas jurídicas para salvaguardar la integridad de la vida humana".

El segundo derecho, que "es como el corazón mismo de los derechos humanos", es la libertad religiosa. Exige que "se reconozca a la persona incluso la libertad de cambiar de religión, si así lo pide su conciencia". La libertad religiosa incluye "el derecho a manifestar las propias creencias, tanto individualmente como con otros, en público o en privado". Juan Pablo II vuelve a poner en evidencia, además, que "el recurso a la violencia en nombre de la religión es una deformación de las enseñanzas mismas de las principales religiones".

Su mensaje trata también de los derechos a participar en la vida pública, a la formación y al trabajo. Incluye otras indicaciones: la responsabilidad con respecto al medio ambiente, el fracaso de la guerra como medio de solución de conflictos, etc. Por lo que se refiere a los fenómenos de globalización, el Papa subrayó que existen "muchas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado", para las que era preciso encontrar soluciones.



El Papa Juan Pablo II Y Los Derechos De Las Mujeres:



Juan Pablo II habló, con agrado, del «genio» femenino, del «carisma» o de la «vocación» de la mujer y lo hizo no sólo en textos oficiales. En una entrevista privada aseguró a una política italiana: «Creo en el genio de las mujeres. Incluso en los períodos más oscuros se encuentra este genio, que es la levadura del progreso humano y de la historia.» El genio femenino ha sido para Juan Pablo II, algunas veces ayuda, y otras, estímulo e incentivo. Por ejemplo, no fue una alta dignidad eclesiástica, ni un alto funcionario del Estado quien le sugirió instalar un hogar para ancianos minusválidos en uno de los jardines del Vaticano. Fue una mujer: Teresa de Calcuta. Y él la escuchó.

Pese a una gran admiración hacia las madres de todo el mundo, al hablar del «genio» de la mujer el Papa Wojtyla no se refería a la maternidad física. La circunstancia de que una mujer pueda llegar a ser madre no significa que todas las mujeres deban serlo, ni que encuentren en la maternidad su felicidad. El «genio» femenino se halla más bien en una dimensión espiritual, y constituye una determinada actitud básica, que corresponde a la estructura física de la mujer y se ve fomentada por ésta. Así como durante el embarazo, la mujer experimenta una cercanía única hacia el nuevo ser, así también su naturaleza favorece los contactos espontáneos con otras personas de su alrededor.

Dios ha confiado a la mujer, de modo especial, el ser humano. En este sentido, todas las mujeres son llamadas, de alguna forma, a ser «madres». ¿Qué significa sino romper el anonimato, escuchar a los demás, tomar en serio sus preocupaciones, mostrarse solidaria con ellos? A una mujer sencilla, normalmente, no le costará nada transmitir seguridad y crear una atmósfera en la cual quienes la rodean puedan sentirse bien.

A pesar de los esfuerzos del Papa por promover la mujer, se ha acusado este pontificado de no reconocer plenamente los derechos de las mujeres en la Iglesia.

Las críticas se refieren a la ordenación sacerdotal, a la que las mujeres no tienen acceso por una inefable voluntad divina. Pero no se trata aquí de una cuestión femenina que pueda plantearse en el ámbito de los derechos naturales. Es una cuestión estrictamente teológica que sólo puedo considerar a la luz de la fe.

Juan Pablo II, con toda seguridad, no consideró a las mujeres «incapaces» para el sacerdocio.

Juan Pablo II ha sido reconocido, con toda razón, como un «pionero» de los derechos humanos de la mujer. Reconoció abiertamente que la Iglesia ha empezado muy tarde a desvelar sus tesoros.

Lejos de cualquier entusiasmo romántico, Juan Pablo II se ponía del lado de aquellos que se la «juegan» por la justicia social y política. Destacaba la necesidad de una liberación de prejuicios y clichés, de tradiciones obstaculizadoras y formas de vivir que se hayan vuelto demasiado estrictas. Al mismo tiempo advertía contra una liberación que se desprenda de los valores éticos y vínculos interpersonales. La «autoliberación» de la mujer no debe ser una barata equiparación con el varón. Se ha de buscar algo mucho más valioso, más eficaz, pero también más difícil: la autoaceptación de la mujer en su diferencia, su singularidad como mujer. El objetivo de la emancipación es el sustraerse a la manipulación, el no convertirse en un producto, sino en ser un original. Precisamente esta resistencia contra las tendencias erróneas es la piedra de toque de la propia libertad.

Una promoción auténtica no consiste en la liberación de la mujer de su propia manera de ser, sino que consiste en ayudarla a ser ella misma. Por eso, también incluye una revalorización de la maternidad, del matrimonio y de la familia.[iii]

Definición De Derechos Humanos En Juan Pablo II. Conclusión.

La cuestión de los derechos humanos —en su consideración teórica y práctica— consiste en ordenar las relaciones del hombre con los otros hombres, lo cual es, por cierto, lo propio de la justicia. Hablar de derechos humanos es, por tanto, hacer referencia a la persona y a los deberes de justicia y de verdad que surgen de la verdad trascendente sobre el hombre.

Los derechos humanos, como todo derecho, revelan la unidad de la persona. Ese conjunto unitario — de derechos y deberes— está orientado a la promoción “de cada uno de los aspectos del bien de la persona y de la sociedad”. Esa unidad implica a la vez, por una parte, que ningún derecho humano está seguro si no existe un compromiso para que se promuevan todos y, por otra, que cuando “se acepta sin reaccionar la violación de uno cualquiera de los derechos humanos fundamentales, todos los demás están en peligro”.

Los derechos humanos— amplía las condiciones de vida de un ser humano concreto y la de los seres humanos en general. Se trata, en efecto, de que la vida de cada persona sea más plena y mejor. De una persona a otra, de una comunidad a otra, de una cultura a otra se hace más plena la vida humana. Es quizás ésta la razón de que un amplio sector del pensamiento filosófico contemporáneo considere que los derechos humanos son la ética de la sociedad actual. Esta afirmación, con ciertos matices —propia no sólo del enfoque teológico sino ante todo del pensamiento sistémico del Papa actual— podría imputársele a JUAN PABLO II.
[iv]

Juan Pablo II fue un gigante defendiendo la integridad humana, por cada persona desde el comienzo de la vida hasta su fin. Juan Pablo II el Grande, se ha colocado en la historia no solo como el promotor de la libertad, sino también, como el promotor de derechos humanos.

[i] El Papa Juan Pablo II y los Derechos Humanos. Enfoque de Opinión de la Revista “Siglo XXI””. Lunes 24 de Abril del Año 2000.
[ii] JUAN PABLO II Y LOS DERECHOS HUMANOS. PERSONA Y CULTURA - Número 3, Año 3.
[iii] «Juan Pablo Ii Ha Sido Un Pionero De Los Derechos Humanos De La Mujer» Jutta Burggraf
[iv] El Humanismo Jurídico De Juan Pablo II. Ilva Myriam Hoyos Castañeda.

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