Cuando la realización de los fines del Estado se convierte en un acto de favor,
de misericordia!, cuando las oportunidades caen dentro de las reglas del mercado,
predicar el carácter –social– de un Estado que incumple sistemáticamente
ese fin fundamental, generar oportunidades, fuente de la verdadera paz,
se torna en una injusticia en sí misma, que debe ser enmendada para
la perdurabilidad del sistema, y para facilitar que cada ciudadano
pueda cumplir con sus expectativas, ...
Hace falta otra institución, otra ley,
otra constitución.. para lograr los fines de la justicia social? Colombia es un
país que ha hecho carrera en la creación de instituciones, en la expedición de
leyes encaminadas, en teoría, al cumplimiento de los fines del Estado Social.
La estructura es tremendamente
admirable, sin nada que envidiar a los sistemas vecinos. Es una estructura de
excelentes intenciones, y se justifica partiendo de la idea de que Colombia
es un estado social… , democrática, participativa y pluralista, fundada
en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las
personas que la integran y en la prevalencia del interés general…
Esos principios, son la Constitución
misma, constituyen las reivindicaciones que han sido logradas por la ciudadanía
a lo largo de la historia, a través de las luchas que aún hoy se plantean en un
sin número de situaciones de la vida del país.
Esos principios, son, a la vez, el
punto neural para el afianzamiento de la legitimidad democrática. Hoy, como
siempre, son un punto de llegada, dentro de un largo camino hacia una sociedad
de iguales. El punto de quiebre, entre la Constitución y la realidad, creo,
radica en las oportunidades para ser. El germen del descontento social, de la
apatía participativa, son la resultante de un Estado que no está a la altura de
las principales demandas de la sociedad, el pacto, el contrato social llega a
un punto de quiebre, cuando las prestaciones no llegan o no satisfacen las demandas
de la ciudadanía, o porque el marco de de justicia no se dirige a crear
capacidades en la ciudadanía.
Un Estado que se proclama social, no
puede desplegarse dentro de la pobreza y la falta de oportunidades. Un Estado
que no supera dichos bordes, incumple el acto de fe, el acto fundante
proveniente de la misma ciudadanía. La Constitución es un instrumento que
deposita las ilusiones de la gente, y no puede perderse de vista que su origen radica
en hacer posible la vida de la gente. En consecuencia, la fuerza de este
documento fundante no puede mostrarse distante de la vida social, hoy, en
muchos casos, sus cláusulas aparecen oscuras para la ciudadanía, más allá de
nuestra vista, no porque estén ocultas, sino porque la interpretación de estas
resultan distantes, o no se inclinan firmemente hacia la transformación de la
vida social, por entendimientos muy complacientes o demasiado apurados… O
porque simplemente, la autoridad responsable de hacer realidad los fines del
Estado, no cumple cabalmente con su tarea.
Cuando la realización de los fines del
Estado se convierte en un acto de favor, de misericordia!, cuando las
oportunidades caen dentro de las reglas del mercado, predicar el carácter
–social– de un Estado que incumple sistemáticamente ese fin fundamental,
generar oportunidades, fuente de la verdadera paz, se convierte en una
injusticia en sí misma, que debe ser enmendada para la perdurabilidad del
sistema, y para facilitar que cada ciudadano pueda cumplir con sus
expectativas, sus planes, que cada individuo del territorio colombiano pueda
emprender una vida activa dentro de la sociedad, que cada persona tenga acceso
a las prestaciones que demanda una vida empoderada y feliz.
Cuando esas condiciones no se cumplen
en la mayoría de la ciudadanía, una de ellas, el acceso a las oportunidades,
ese estado de cosas que plantea la doctrina constitucional, se traduce en una
situación que condena a un sinnúmero de colombianos a enfrentarse contra una
infinidad de límites que en su mayoría resultan infranqueables. Unos ciudadanos
transitan por el borde de la falta de oportunidades, otros caminan en un borde
intermedio, algunos logran alcanzar el anhelado sueño de vivir una vida de
oportunidades. Esta es la meta real de aquellos Estados que trazaron ese
objetivo como condición misma de su existencia, para lo cual trazaron objetivos
muy claros sobre qué tipo de Estado querían, el cómo y cuál nación caminaría dentro
de su territorio, participando activamente dentro de la vida social y democrática, ejerciendo los
derechos individuales en cabeza de cada uno de los habitantes del Estado,
influyendo dentro de las esferas en las cuales recae la misión de hacer
realidad el Estado Social, transformando bienes y prestaciones en capacidades,
poniendo estas al servicio de la sociedad para la satisfacción de las necesidades
de la gente.
Sin embargo en Colombia la justicia
social está fragmentada, debilitada, porque un gran número de ciudadanos han transitado
un largo camino de desigualdades, sin disfrutar de los privilegios y de las
posibilidades que debe garantizar un escenario democrático. Por eso es difícil
trazar una línea que delimite conflicto / posconflicto, porque si bien ha
disminuido el uso de las armas, las secuelas de un largo conflicto no sólo se
hallan dentro del territorio, sino incrustadas en el alma y en el recuerdo de
muchas víctimas, las que aún luchan por salir de las honduras que produce el
dolor y la soledad.
Sólo en la medida en que el Estado
garantice los mecanismos y las prestaciones para hacer posible la ciudadanía, en
aquel momento en que la justicia social opere en realidad y contribuya a la
realización de los planes de la gente, habríamos superado las brechas que
exacerbaron las injusticias, germen de un largo conflicto que permeó, junto con
el narcotráfico y la corrupción, el devenir de un Estado que pasaría a
considerarse fallido, inmerso dentro de una narrativa de deshumanización, en la
que a un gran número de colombianos les fue arrebatado el rasgo humano, su
humanidad quedó a merced del encallecimiento espiritual del opresor.
Por eso es necesario sintonizar paz,
justicia y reconciliación, para no frustrar el sueño de todos los colombianos
porque esta historia de guerra no vuelva a repetirse, como garantía de un nuevo
rumbo para un país que merece una nueva oportunidad, superando las barreras que
han impedido su desarrollo, como la intolerancia, la corrupción, la
ingobernabilidad y la falta de oportunidades.
Es el momento de realizar los cambios que demanda hacer realidad la justicia social, es el momento de superar las condiciones de ineficacia de la justicia social, profundamente excluyente y fronteriza, poniendo en marcha las transformaciones institucionales, que unan las partes disgregadas que han impedido que las instituciones colombianas cumplan a fondo sus funciones, como verdaderos escenarios que satisfagan las demandas sociales, y como plataformas que hagan posible la solidaridad y el reconocimiento de todos en medio de nuestras diferencias.
Es el momento de realizar los cambios que demanda hacer realidad la justicia social, es el momento de superar las condiciones de ineficacia de la justicia social, profundamente excluyente y fronteriza, poniendo en marcha las transformaciones institucionales, que unan las partes disgregadas que han impedido que las instituciones colombianas cumplan a fondo sus funciones, como verdaderos escenarios que satisfagan las demandas sociales, y como plataformas que hagan posible la solidaridad y el reconocimiento de todos en medio de nuestras diferencias.
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